JUEGOS DEPORTIVOS
DEL CONICET
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Homenaje
a Pepe Gimenez y Juan Carlos Machado / 22 de diciembre de 2014 en el Predio
CONICET Santa Fe
Los olímpicos
Así llamamos al lugar donde hicimos las primeras reuniones para tratar de que la llama olímpica prendiera en el CONICET, primero entre nosotros, en Santa Fe, para que desde aquí se propague, progresivamente hacía distintos lugares hasta alcanzar, con esfuerzo compartido que hoy brille, año tras año, en todo el país
“Los olímpicos…”así dice el cartelito… apenas de papel de poner y sacar, todavía está en buen estado, luego de más de ocho años y ochocientas reuniones.
“Los olímpicos” contamos con dos compañeros que estuvieron desde el vamos y que siguen estando con nosotros, por hoy y por siempre el negro Juan Carlos Machado y el Pepe Giménez.
Amantes
del deporte y la amistad, fueron de los primeros pilares donde empezamos
a apoyar esta construcción que entre compañeros llamamos
el “COCO - Comité Olimpico del CONICET”
El negro, laburando en la mesada de electrónica enseguida agarró viaje, con un ”S I“ veloz, para empezar a pensar por dónde arrancar con tanto laburo, por entonces, el Juanca, además de compañero en el trabajo, ya se había recibido de DT de futbol.
Después, a la hora de sumar fue el Pepe también uno de los que primeros que se alistó para ponerle el hombro a todo lo que había que hacer para tirarnos, juntos a la pileta y concretar “nuestra primera vez”.
Con este pequeño
algarrobo -árbol como nosotros, de acá, noble si los hay-
plantamos una nueva certeza: que crecerá lento pero seguro, como
nuestros Juegos que nacieron pequeños, de a poco, y que hoy ya
va por la séptima edición. Con mucha voluntad, sostenido
a lo largo del tiempo, nos dispusimos a regar con ganas, con esfuerzo
y con algo que no es ni fácil, ni se consigue en cualquier lado
y vale mucho más que el dinero: la capacidad de juntarnos de confluir,
de aportar lo de cada uno, sabiendo escuchar al otro y aceptando la diferencia
para que sume… y no para que reste.
Así llegamos hasta acá con dificultades que supimos transformar
en adversidades a revertir y cada vez con más fuerza porque en
cierta medida como personas, como institución somos un organismo,
vivo, como un árbol.
Si ponemos la semilla en un lugar fértil un día explota
y empiezan a crecer nuestras raíces, nuestras ramas, nuestros frutos…
bancando alguna que otra sequía, algún revés o alguna
plaga…
Como es en la vida, así nomás: las cosas que crecen silenciosas y desde abajo hacia arriba se fortalecen y terminan cobijándonos, a todos. Por eso, con el Juanca y con el Pepe empezamos a pensar cómo podíamos hacer para que en el CONICET naciera un espacio para compartir con los compañeros. Un espacio para jugar -más allá de ganar o perder-, para jugar, entre todos. Primero con los compañeros de acá de Santa Fe y de allá: de Diamante, Córdoba y Rosario y después de Mendoza, Tucumán y Bahía Blanca, luego de San Juan, de Puerto Madryn, Buenos Aires, San Luis, La Plata, Corrientes, La Rioja, Mar del Plata, Bariloche, Salta, Tandil, hasta los de Tierra del Fuego que hacen miles de kilómetros para participar de nuestro encuentro. Con apoyo o sin apoyo; a veces más, a veces menos, pero siempre con la inquebrantable voluntad de encontrarnos para compartir. Es eso, justamente lo que estamos haciendo nuevamente hoy: recoger los frutos que sembramos con el querido Juan Carlos y el entrañable Pepe Giménez.
Lautaro Massa